Divendres,29 març, 2024
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“Entre recuerdos y fandangos: La reina descalza”. Marina Paños. El racó del lector

MARINA PAÑOS/EL RACÓ DEL LECTOR. Miro mi estantería, la repaso. Repaso cada uno de los libros que descansan sobre ella. Me acuerdo de la casa en obras y de la importancia de que en la reforma se tuviera en cuenta que éramos lectores y necesitábamos estanterías. Recuerdo como el arquitecto, un hombre joven, alto, rubio, delgado, con una piel blanco-guiri y con acento extranjero –luego descubriríamos que era de Bélgica- se paseaba de un lado para otro de la casa. De repente, ese guiri se paró en seco con sus brazos en jarra y su mirada perdida hacia el balcón en el que acababa nuestro salón. Dijo que la casa tenía posibilidades y comenzó a soñar con lo que haría en aquel espacio nuestro y ahora un poco suyo.

En medio de aquel ejercicio de inspiración le dije: “Quiero que haya estanterías, tenemos muchos libros”. Su respuesta no se hizo esperar y no fue para nada de mi agrado. Se atrevió a insinuarme que donara todos y cada uno de mis libros, dejara el papel y me pasara al libro electrónico. No daba crédito. Estuve a punto, pero a punto de mandarlo como dice mi querida madre “a donde amargan los pepinos”. Que no se bien a qué se refiere pero que suena muy lejos o cuanto menos doloroso. Pero me contuve, le dije muy seria yo que aquella idea suya no era viable. Que por más moderno que se estuviera haciendo el mundo, yo no abandonaba el papel. Que mis libros son sagrados y que necesitaba una librería. Mi amigo guiri me sonrió, asumió y me dijo: “Tendrás tu librería. ¿Cuándo empezamos?”

Así que empezamos, acabamos y tengo la librería soñada.

Mi casa es pequeña, así que nos decidimos por una estantería aérea de punta a punta de la pared del salón, hecha de madera pero lacada en blanco. De ella salen las luces que nos iluminan cada vez que el cielo oscurece y para mí es la más bonita del mundo. Vi cómo la hacían, el mimo del carpintero serrando la madera, encolando, y yo como propietaria pesada que soy, he sido y seré, en una esquina, atenta a cada detalle de su construcción, tentada a preguntar si esos trozos de madera que quedaban finalmente en el aire, serían seguros y capaces de albergar todos mis tesoros. Hoy la miro, busco inspiración para este segundo texto, está llena de historias que me han hecho disfrutar, llorar, reír, cerrar el libro para acto seguido volverlo a abrir, enfadarme con los personajes, amarlos u odiarlos o maldecir a algún que otro autor por no tomarse el tiempo de acabar mejor el que estaba siendo un libro fantástico.

Recuerdo en qué momento leí cada libro, en qué lugar los empecé y qué momento decidí para acabarlos. Pero mi vista se detiene cada vez por más tiempo en uno y miro su lomo dejando que mi mente me diga por qué es el elegido para este momento. La respuesta es clara: algo de mí hay en él. Aunque sea un interés especial por la temática o por esos años adolescentes de entrega a la danza, más al flamenco que a la clásica. Por esas tardes con compañeras de vestuario y nervios con prisas en los festivales de la academia de danza. Por ese profesor que un día te encuentras en un teatro y recuerdas cómo bailaba contigo sevillanas. Por esos zapatos de tacón y esas castañuelas que descansan junto a una falda negra con volante fucsia en el armario de las cosas olvidadas. Porque durante unos años me creí bailarina, más que bailarina, flamenca. Deseé ser gitana para que mi piel fuera más morena, mis movimientos más marcados y mis zapateaos más ágiles. Obviamente también deseaba bodas de tres días y celebraciones familiares alrededor de una guitarra y un cajón flamenco donde los compases de un fandango amenizaran las veladas y todos bailáramos por turnos intercambiando olés y palmas. Pero mi familia nunca ha sido muy dada al baile y cuando se lanzan son más del estilo libre y de las congas.

Ese libro del que os hablaba es La Reina Descalza de Ildefonso Falcones, autor de la popular novela La Catedral del mar, la cual he leído pero no llegó a fascinarme, tal vez por la altura de mis expectativas con ella. Pero La Reina Descalza fue un libro que me atrapó desde el principio. Lo leí un mes de julio de hace un par de años. El buen marido bibliotecario se examinaba de su oposición por sexta vez y en casa debía reinar el silencio. Yo ya había comprado mis lecturas veraniegas, esas que disfrutaría en la orilla de mi precioso mar en Cabo de Palos, pero no pude empezarla allí, aún faltaban varias semanas para irnos y no pude refrenar mi curiosidad, así que tímidamente la abrí, comencé a leer y me quedé dos días encerrada en la habitación, sumergida en esta historia que nos cuenta de forma ficcional cómo era la España del Siglo XVIII, pero sobre todo la situación de los gitanos en ella. El libro nos muestra un retrato de la sociedad de la época, de la llegada de los gitanos al continente europeo y de todo lo que acontece hasta que su permanencia en la península juega en perjuicio de su libertad, así como del proceso que se lleva a cabo para conseguir tal fin. Mientras los acontecimientos se desarrollan, Falcones nos muestra las costumbres, muchas de ellas todavía vigentes, de este pueblo tan particular.

Falcones hace una reconstrucción histórica muy fiel a lo que nos cuentan los libros de historia, se nota que se ha documentado a conciencia y que el tema le apasiona, porque desde que empiezas la novela hasta que la terminas desprende algo especial, ese algo que tiene un libro que sabes que ha sido escrito desde las entrañas por un escritor que tiene muy claro qué nos quiere contar. De ahí que esta novela no decaiga en ningún momento y que su trama sea ascendente, atrapando al lector hasta el final de sus páginas.

Es una novela de pasiones, traiciones y venganzas pero sobre todo es un homenaje a esa raza tan marcada por la historia. Es un canto al respeto y al derecho a las diferencias culturales, porque un mundo en el que todos fuéramos iguales sería aburrido y estaría falto de color. Con este libro tenemos la oportunidad de acercarnos a la realidad de la cultura gitana y entender por qué defienden a ultranza su raza, sus costumbres y sus ritos, empoderándose ante una sociedad que les da la espalda por su diferencia a la hora de entender la vida.

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Nos vemos la semana que viene. Misma hora, mismo lugar.

¡Felices lecturas!

MARINA PAÑOS.   @sra_bibliotecaria

Os recuerdo que podéis mandarnos vuestros textos, poemas, opiniones o sugerencias al siguiente email: elracodellector@diarisantquirze.cat .

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2 COMENTARIS

  1. Hola querida Marina o sra_bibliotecaria que es como te conocí, primera publicación que leo tuya en este nuevo proyecto, déjame felicitarte antes de que siga escribiendo. Me ha gustado muchísimo la entrada, especial mención merece la sabiduría popular de tu madre porque usa afirmaciones que en mi familia también se usan jajaja. Respecto a la novela te diré que hace poco rescaté mi ejemplar de la Catedral de Mar que había prestado, con la intención de releerlo y así poder leer la Reina descalza, aunque no sé muy bien si sería necesario esa relectura para leer la Reina Descalza, ya me contarás si eso.
    Por cierto, gran envidia te tengo al imaginarme esa preciosa biblioteca 😉 es curioso como los que somos lectores hacemos parte inseparable de nuestra vida los libros, y como les otorgamos esos espacios exclusivos. Yo hace poco me mudé y mi madre decidió regalarme unas estanterías muy monas para tener por todo lo alto a mis tesoros, no es igual a una biblioteca pero oye, todo se andará! un abrazo y nos seguimos leyendo!

  2. Querida amiga,

    Qué bien poder interactuar contigo también por este medio. Me alegra infinito que te guste lo que escribo y sobretodo que te interese este libro que presento. Decirte que para leer La Reina Descalza no necesitas haber leído ningún libro del autor, ya que es una novela independiente, la cual, estoy segura de que disfrutarás si te animas a leerla. Ya digo que a mí me fascinó.

    Gracias por este precioso comentario. Un beso y como bien dices, nos seguimos leyendo.

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