PHIL CONNORS/TRIBUNA
A río corona virus revuelto, ganancia de votos.
En España, en Catalunya, por ser los lugares que quedan más cercanos ergo más conocidos, las sesiones parlamentarias deparan al público, radioyente y televidente, un espectáculo tan indigno y bochornoso que causa vergüenza ajena.
Poco o nulo interés por escuchar lo que dice quien ocupe el atril y menos por acordar o pactar. Traen los discursos escritos y tanto da lo que se haya dicho anteriormente que no varían el mensaje: siempre contrario a lo que haya dicho el anterior. Y yo lo haría mejor y yo haría más. Ven la realidad a través de sus gafas partidistas y resulta que son anteojeras.
Yo he venido a hablar de mi libro y de ahí no se mueven. Esa gente está ahí para intentar, nadie puede garantizar que lo logren, evitar que el país retroceda en nada y para mejorar en lo que se pueda la calidad de vida de los ciudadanos. De ahí que sus infantiles peloteras y pataletas lo primero que suscitan entre los votantes, virtuosos paganinis de impuestos, es un clamoroso ¡que me devuelvan mi dinero!
Y es que sí, no lo olvidemos, jamás, esa gente que ostenta un escaño vive de nuestro dinero. Y algunos viven muy pero que muy bien y en cualquier caso mucho mejor. Y por si no tuvieran bastante con su sueldo, sus primas por ser miembros de comisiones, sus dietas, sus desplazamientos (algunos con coches oficiales y chófer), su material de oficina (móviles y tablets de última generación y lo que sus señorías precisen), frecuentan, además, un bar en el lugar de trabajo donde comen y beben a precios de risa, de los de yo no soy tonto.
Y es que hay demasiados cargos políticos. Con un ERE se arreglaba, ya que ni son necesarios tantos ni están preparados para los cargos (sin hablar de los cargos de asesoramiento designados a dedo). Han hecho de la política una profesión, porqué nunca será un oficio. Uno de esos oficios que precisan de estudios, idiomas, periodo de aprendizaje, prácticas y sumar experiencia.
Y por tanto cuando se consigue un escaño, se aferran a la butaca ¡a mí no me quitan ni con agua caliente! Que de algo tienen que vivir los pobres, aunque con lo que ganan no lo sean ni nunca lo serán; ya se encargan de tender puentes para cuando el río se los lleve.
Y todas esas señorías, ahora, cuando en plena cuarentena la mayoría de la población se ve expuesta a perder su empleo, su negocio o como mínimo padecer un ERTE, no se ven atemorizadas porque saben que su sueldo no corre peligro.
Y aunque no estén activos no hay reducción por servicios no prestados, ni tan solo devuelven las dietas por manutención (se supone que en confinamiento comen en casa) ni las de desplazamiento (salir a comprar el pan o pasear al perro no cuenta) y encima para buscar un rédito electoral futuro se permiten el lujo de torpedear, con descalificaciones y si se tercia hasta falsedades a quien propone acciones. A río corona virus revuelto, ganancia de votos.
PHIL CONNORS