J. A. AGUADO/LITERATURA/EL RACÓ DEL LECTOR
La inteligencia artificial de Ian McEwan
Ian McEwan, Máquinas como yo, Editorial Anagrama, Barcelona, 2019, 355, 20 €.
El siglo XX ha visto como la ciencia y la tecnología han incidido en la vida cotidiana del ser humano. La literatura no podía ser ajena a este fenómeno. A los creadores/as el género les ha servido para soñar los mundos futuros convirtiéndose en una suerte de adivinas/os a lo Julio Verne. O mundos paralelos en el presente o en el pasado. El cómic, el cine y los videojuegos no han hecho más que aumentar su popularidad: “El manual citaba en negrita reiterada hasta el cansancio Primera Ley de la Robótica de Isaac Asimov: Un robot no puede hacer daño a un ser humano, ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño”. Los autores básicos padres del género son Asimov, Robert Heinlein y Arthur C. Clarke. Se puede leer en la novela a modo de metaliteratura: “a principios de 1968, cuando Alan Turing y su brillante joven colega Demis Hassabis diseñaron un software para vencer a un gran maestro del juego ancestral del go en cinco partidas consecutivas”.
Las novelas de ciencia ficción tienden a plantearnos el futuro, en este caso se trata del pasado. Una Inglaterra de los años ochenta que ha perdido la Guerra de las Malvinas (nada que ver con la realidad): “El debate de la ética de los robots nació cuando la policía montada cargaba contra los mineros y las ciudades fabriles de todo el país iniciaban su largo y triste declive en la causa del libre mercado. La Industria internacional del automóvil consultó a filósofos, jueces, especialistas en ética médica, teóricos de juego y comités parlamentarios”. ¿Puede un robot o un ser humano sintético entender y juzgar moralmente las decisiones humanas? ¿Qué es lo que nos hace humanos? ¿Cuáles son las leyes morales de la inteligencia artificial? “En 1982 Los robots, los androides, los replicantes eran mi pasión, y más aún después de la investigación que llevé a cabo para el libro. Los precios tendrían que bajar, pero yo tenía que tener uno de inmediato. Una Eva, a poder ser. Pero me conformaba con un Adán”.
Ian McEwan (Reino Unido, 1949) es compañero de viaje de autores como Julian Barnes o Hanif Kureishi por citar dos de una generación de novelistas brillantes. Ian McEwan nos sorprende con una novela de ciencia ficción. Tras una carrera con títulos como Primer amor, últimos ritos, Entre las sábanas, El placer del viajero, Niños en el tiempo, El inocente, Los perros negros o Expiación entre otros.
¿Puede un robot o un ser humano sintético
entender y juzgar moralmente
las decisiones humanas?
Esta es una de esas novelas de triángulo amoroso entre un británico llamado Charlie Friend que se gana la vida jugando en la Bolsa y en el mercado de Divisas desde su apartamento de Londres, una estudiante de doctorado, Miranda y un robot Adán. Los problemas se precipitan cuando llega un niño con problemas llamado Mark y el pasado de Miranda aparece como una losa pesada de 1.500 kilos: “Así pues, tomé la decisión de no vender a Adán. Lo iba a compartir con Miranda como podría haber compartido una casa. Él nos obligaría a mantenernos dentro de unos límites. Haciendo progresos, comparando notas, compartiendo decepciones. A mis treinta y dos años me consideraba un veterano en el amor”.
Ian McEwan como Harold Pinter juega al engaño, a la mentira, al triángulo y se pregunta cómo el dramaturgo si estamos los seres humanos capacitados para asumir los riesgos de enamorarse.
J. A. Aguado